domingo, 30 de junio de 2013

Discurso Lumumba del 30 de junio de 1960

El 30 de junio de 1960, siete días después de ser elegido Primer Ministro del Congo independiente, pronunciaba su famoso discurso ante el representante del gobierno Belga, ante todo su país y ante el mundo. No dejó a nadie indiferente. Su atrevimiento, pasión y oratoria caló hondo e hirió sensibilidades. Apenas transcurridos siete meses desde su discurso, Lumumba fue asesinado.


Congolesas y congoleses,
Combatientes de la independencia hoy victoriosos, os saludo en nombre del gobierno congolés.

A todos vosotros, amigos míos, que habéis luchado sin descanso a nuestro lado, os pido hacer de este 30 de junio de 1960 una fecha ilustre que conservaréis indeleblemente gravada en vuestros corazones, una fecha cuya significación enseñaréis con orgullo a vuestros hijos, para que ellos hagan conocer a sus hijos y nietos la historia gloriosa de nuestra lucha por la libertad. Porque esta independencia del Congo, si bien es proclamada hoy por el acuerdo con Bélgica -país amigo con quien tratamos de igual a igual- ningún congolés digno de ese nombre no podrá jamás olvidar que es a través de la lucha que ha sido conquistada. Una lucha de todos los días, una lucha ardiente e idealista, una lucha en la cual no hemos ahorrado ni nuestras fuerzas, ni nuestras privaciones, ni nuestros sufrimientos, ni nuestra sangre. Una lucha que fue de lágrimas, de fuego y de sangre. Estamos orgullosos hasta lo más profundo de nuestro ser, porque fue una lucha noble y justa, una lucha indispensable para poner fin a la humillante esclavitud que se nos había impuesto por la fuerza y que fue nuestra suerte en 80 años de régimen colonialista.

Nuestras heridas están demasiado frescas y son demasiado dolorosas todavía para poder expulsarlas de nuestra memoria. Hemos conocido el trabajo agotador exigido a cambio de salarios que no nos permitían ni comer para paliar el hambre, ni vestirnos ni vivir decentemente, ni criar a nuestros hijos como seres queridos. Hemos conocido las ironías, los insultos, los golpes que debíamos sufrir mañana, tarde y noche…porque éramos negros. ¿Quién olvidará que a un negro se le decía “tu”, no desde luego como a un amigo, sino porque el “Vous” honorable estaba reservado sólo a los blancos.
Hemos conocido nuestras tierras expoliadas en nombre de textos pretendidamente legales que no hacían más que reconocer el derecho del más fuerte. Hemos conocido que la ley no era siempre la misma, según se tratara de un blanco o de un negro, complaciente para unos, cruel e inhumana para los otros. Hemos conocido los sufrimientos atroces de los relegados por opiniones políticas o creencias religiosas: exiliados en su propia patria, su suerte era realmente peor que la misma muerte. Hemos conocido que había en las ciudades casas magníficas para los blancos y chozas ruinosas para los negros; que un negro no era admitido ni en los cines, ni en los restaurantes, ni en las tiendas dichas “europeas”; que un negro viajaba dentro del mismo casco de los barcos, a los pies del acomodado blanco en su cabina de lujo.

¿Quién olvidará, finalmente, los fusilamientos donde perecieron tantos de nuestros hermanos? o los calabozos donde fueron brutalmente arrojados aquellos que no querían someterse al régimen de una justicia de opresión y explotación.
Todo esto, hermanos, nos ha hecho sufrir profundamente.
Sin embargo, nosotros, que por el voto de vuestros representantes electos debemos guiar a nuestro amado país. Nosotros, que sufrimos en nuestra carne y en nuestro corazón la opresión colonialista. Os decimos: todo esto ha terminado desde hoy.
La República del Congo ha sido proclamada y nuestro amado país está ahora en manos de sus propios hijos.
 

Juntos, mis hermanos, mis hermanas, vamos a comenzar una nueva lucha, una lucha sublime que llevará a nuestro país a la paz, a la prosperidad y  a la grandeza. Vamos a establecer juntos la justicia social y asegurar que cada uno reciba la justa remuneración por su trabajo. Vamos a mostrar al mundo aquello que puede hacer el hombre negro cuando trabaja en libertad, y vamos a hacer del Congo el centro de proyección de toda África. Vamos a velar para que las tierras de nuestra patria sean aprovechadas verdaderamente por sus hijos. Vamos a revisar todas las leyes de antaño y hacer nuevas que serán justas y nobles.
Terminaremos con la supresión del libre pensamiento y haremos que todos los ciudadanos puedan disfrutar totalmente de las libertades fundamentales establecidas en la Declaración de los Derechos del Hombre.
Suprimiremos la discriminación -cualquiera sea- y otorgaremos a cada individuo el justo lugar a que le da derecho su dignidad humana, su trabajo y su devoción hacia su país.
 

Y para todo esto, queridos compatriotas, estad seguros de que podremos contar no solamente con nuestras enormes fuerzas y nuestras inmensas riquezas, sino también con la asistencia de numerosos países extranjeros de los que aceptaremos la colaboración cada vez que ella sea leal y que no busque imponernos una política, sea cual sea.
En este terreno, incluso Bélgica, que comprendiendo finalmente el sentido y dirección de la historia cesó de oponerse a nuestra independencia, está dispuesta a brindarnos su ayuda y amistad; hemos firmado, a este efecto, un tratado como dos países iguales e independientes. Estoy seguro de que esta cooperación será provechosa para ambos países. Por nuestra parte, y aun cuando sigamos vigilando, sabremos cómo respetar los compromisos contraídos libremente. 
Así, en los asuntos internos como en los exteriores, el nuevo Congo que mi gobierno creará será un país rico, libre y próspero. Pero para llegar pronto a este objetivo, os pediré, legisladores y ciudadanos congoleses, que me ayudéis con todas vuestras posibilidades
 

Os pido a todos que olvidéis las querellas tribales que nos agotan y que arriesgan en convertirnos en objeto de desprecio en el extranjero.

Pido a la minoría parlamentaria que ayude a mi gobierno mediante una oposición constructiva, y que permanezca dentro de los límites estrictos de la legalidad y la democracia.

Os pido a todos que no exijáis de un día para otro aumentos desconsiderados de salarios, antes de que pueda poner en marcha un plan general mediante el cual espero asegurar la prosperidad de la nación.

Os pido a todos que no reculéis ante cualquier sacrificio para asegurar el éxito de nuestra grandiosa empresa.

Os pido, al fin, que respetéis incondicionalmente la vida y la propiedad de vuestros conciudadanos, y la de los extranjeros establecidos en nuestro país. Si el comportamiento de estos extranjeros dejara a veces algo que desear, nuestra justicia se apresurará a echarlos del territorio de la República; si, por el contrario, su conducta es satisfactoria, no se los molestará porque también trabajan para la prosperidad de nuestro país.

Y esto, mis hermanos de raza, mis hermanos en el conflicto, mis compatriotas, es lo que yo quería decimos en nombre del gobierno, en este magnífico día de nuestra independencia soberana y completa

La independencia del Congo marca un paso decisivo hacia la liberación de todo el continente africano. Nuestro gobierno – fuerte, nacional y popular- será la salvación de éste país. Invito a todos los ciudadanos congoleses, hombre, mujeres y niños, a ponerse decididamente al trabajo, en vista de crear una economía nacional prospera que consagrará nuestra independencia económica.
 

¡Honra a los combatientes de la libertad nacional! ¡Viva la independencia y la unidad africana! ¡Viva el Congo independiente y soberano!