Existe cierta tendencia a considerar la historia africana a partir de la etapa colonial, un breve -brevísimo- lapso de tiempo en la vida del continente. De este modo se desecha todo lo ocurrido con anterioridad, como si no existiera un bagaje histórico (reflejado en las sociedades, las culturas, el arte, las propias cosmovisiones...) que aún hoy pervive. Se trata en ocasiones la colonización como una ruptura, una gran grieta que desquebrajó al continente. Sin embargo, pese a que en ese período el protagonismo se dividió entre africanos y foráneos, no podemos considerar la etapa colonial como un paréntesis, pues es una etapa más de la historia africana, una etapa gris, pero que forma parte de la herencia histórica del continente al fin y al cabo.
La realidad actual no puede ser entendida si cerramos los ojos ante más de 18 siglos de historia y priorizamos los dos últimos en los que, con toda seguridad, la realidad africana se vio -y sigue viéndose en muchos casos- golpeada y maltratada por una mayor cantidad de elementos externos. África es la cuna de la humanidad, no un adolescente inexperto. El fracaso de las políticas modernizadoras, de la implantación -o el intento- del estado democrático, la proliferación de personalidades autoritarias y gobiernos únicos, las guerras y tensiones, y el modus vivendi de los africanos no pueden entenderse siendo tan cortos de miras.
Es una prioridad absolutamente imprescindible que los africanos se conozcan -y se reconozcan- a ellos mismos en el pasado, más allá del tupido velo del colonialismo.
Mirar la luz del pasado ayudará a iluminar el presente.
No hay comentarios:
Publicar un comentario