Las batallas decisivas, el ascenso al poder.
Como
era habitual en aquellos días de principios del siglo XIX, Chaka, una vez
situado a la cabeza de su clan, emprendió acciones contra pueblos vecinos,
iniciando incursiones bélicas que se enmarcaron dentro de esa lucha por el espacio
vital a la que hemos hecho referencia en el segundo apartado. Acabó con los
ngoana y se le prometió la mano de la hermana preferida de Dinguiswayo. Éste
realizaba guerras de conquista en las que se enmarcaban las acciones de Chaka, pero
cometió la imprudencia de desmovilizar a sus tropas demasiado pronto. Su enemigo, Zwide, aprovechó la situación para atacarlo inesperadamente, capturándolo y
ejecutándolo. Chaka se encontró con la cabeza del soberano empalada en la plaza
pública, ante la sede del consejo. En un contexto de profundo miedo en el que
Zwide continuaba en campaña, los regimientos eligieron a Chaka como comandante
en jefe. Era un militar sanguinario, pero fue su destreza estratégica la que permitió la evolución y sublimación paulatina de un ejército que pasó a luchar
movido por las directrices que dibujaba su nuevo líder. Aplicó nuevas
estrategias y formas de lucha, en lo que sería un avance de su política
militarizada posterior. Consiguió
derrotar a las tropas de Zwide, que huyó y murió al poco tiempo. De este modo,
Chaka se erigía como el jefe de la mayor parte de las tribus del pueblo nguni.
Antes
de explicar la batalla que alzó a Sunjata a lo más alto, es adecuado hacer dos
referencias que forman parte de la leyenda. En primer lugar, se nos dice que el
mejor general de Sumaoro, Fakoli Koroma, sufrió el engaño de su mujer con su
propio soberano, cosa que despertó en él el fuego de la venganza, abandonando
al monarca y uniéndose a las tropas del joven Keita. Por otra parte, la leyenda
cuenta que la hermana de Sunjata consiguió, mediante un sutil engaño, percatarse
de cuál era el punto débil de Sumaoro: sólo podrían matarlo con un espolón de
gallo blanco. Este episodio probablemente esté relacionado con el
descubrimiento de algún veneno determinado utilizado en las puntas de flecha,
veneno cuyo secreto era guardado por las gentes de Sosso.
Por todo esto,
parece que Sunjata encaró la batalla en ciernes desde una
posición de relativa ventaja sobre su rival. Ante la inminente llegada de las
tropas de Sunjata, los clanes malinké se movilizaron y formaron sus propios
ejércitos, que no dudaron en sellar una alianza y colocarse bajo la dirección
de Sunjata. La batalla decisiva tuvo lugar en Kirina, una localidad difícil de
situar, aunque se cree que podría estar entre Bamako y Kangaba, en la orilla izquierda del Níger. Allí se enfrentaron dos grandes ejércitos (es una tarea imposible precisar el número
de combatientes, pero parece claro que eran dos ejércitos numerosos). La derrota de las tropas de Sumaoro fue completa, las tropas se desbandaron
y su comandante huyó, Sunjata lo persiguió sin alcanzarlo. Se dice que también
pudo morir, pero su cuerpo jamás fue encontrado en los campos de Kirina. Esta
victoria sellaba definitivamente la alianza entre clanes y preludiaba la
expansión del Islam por el Manding (Sunjata fue protector de los musulmanes).
De este modo,
Sunjata se erigía como el soberano de un incipiente imperio que dominaría el
África occidental durante siglos.
Es
fundamental para entender los reinados de nuestros dos protagonistas fijarse en
el carácter intrínseco de sendas batallas. Mientras que Sunjata luchaba por la
liberación de su pueblo de las fauces de un cruel soberano que sometía a
durísimas exacciones a toda la población, Chaka luchaba para vengar al jefe
caído y acabaría imponiendo otra fuerza conquistadora como la suya. Ya desde el
principio Chaka basó su política en las campañas por la conquista de
territorios. Sunjata, por su parte, dedicó su atención en otros menesteres,
pese a que después de Kirina conquistara grandes territorios con el apoyo de
sus eficaces generales. El objetivo de Chaka no era la liberación, sino la
conquista.
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